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El jugador que cambió el fútbol para siempre
Si te preguntara qué jugador cambió el fútbol para siempre, ¿qué dirías? Probablemente Maradona, Messi, Pelé, Cruyff, entre otros. Uno en el que seguro no pensarías es en el belga Jean-Marc Bosman. Esta persona fue clave para la configuración de la industria del fútbol actual. Acompáñenme a descubrir por qué.
En 1990, Bosman finalizó su contrato con el RFC Liege y estaba listo para pasar al Dunkirk en Francia. Sin embargo, en aquel momento en el mercado de pases estaba vigente un sistema conocido como retain-and-transfer (retener y transferir). Esencialmente, consistía en que los clubes poseían control total de los jugadores. Los futbolistas únicamente podrían cambiar de club por decisión propia si no se les renovaba el contrato laboral. Es decir, las negociaciones de traspasos eran entre los clubes.
Llegado el momento del traspaso del belga, las expectativas del Liege estaban muy por encima de lo que el equipo francés podía pagar. Se cree que la cifra solicitada alcanzó las 250.000 libras. Ante la caída del traspaso, el Liege renovó el contrato de Bosman, pero con una disminución del 75% en su salario y sin la posibilidad de formar parte del equipo titular.
Ante esta situación, el jugador fue a la justicia. Aunque no lo hizo únicamente contra el club, sino también contra la federación de fútbol belga y la misma UEFA. Su argumento iba mucho más allá del fútbol. El planteo era que la reglamentación actual atentaba directamente contra la libre movilidad del trabajo que se había instaurado a lo largo y ancho de la Unión Europea. Es decir, la industria del fútbol tenía una regulación que iba en contra de las reglas que regían para toda la economía europea.
Cinco años después, en 1995, la corte de la Unión Europea le dio la razón a Bosman y el sistema de retain-and-transfer fue desmantelado. A partir de allí, una vez que el jugador finaliza su contrato, tiene libertad total de moverse a cualquier otro club sin necesidad de pedir permiso o desembolsar dinero. Además, para permitir una verdadera libre movilidad, la corte eliminó cualquier tipo de restricción con respecto a la cantidad de jugadores europeos que pueden tener los clubes.
Esto cambió por completo la relación de poder entre los clubes y los jugadores. El caso Bosman tuvo tres efectos muy marcados. El primero de ellos fue la explosión en los salarios de los jugadores. Sin la herramienta legal para quedarse con los futbolistas, la única variable que los clubes podían manejar para atraer y retener a los jugadores era la compensación económica.
Así, mientras que en 1994, previo a la sentencia del caso Bosman, Chris Sutton se convirtió en el primer jugador en cobrar 10.000 libras semanales, para el 2001, ya con la nueva reglamentación, Sol Campbell alcanzó la cifra de 100.000 libras a la semana. Es decir, el récord se multiplicó 10 veces en apenas 7 años.
Un segundo impacto de este cambio fue la incapacidad de competir por parte de los clubes más chicos. Aquellos que pudieran ofrecer más dinero se terminarían quedando con los mejores jugadores. Y, ciertamente, los equipos más pequeños corrían con las de perder en este sentido. Quizás el ejemplo más claro de esto fue el Ajax.
De la mano de Louis van Gaal, el club holandés había ganado la Champions League en 1995 y alcanzado la final al año siguiente. Si miramos la formación titular en aquellas dos finales de Champions, para la temporada de 1999, apenas tres años más tarde, en el club ya no quedaba ninguno de los que habían saltado al campo de juego en esos partidos.
Finalmente, el tercer gran impacto del Caso Bosman fue la destrucción de las ganancias económicas de los clubes. En la temporada 1995-96, justo antes del cambio, los equipos de las principales ligas europeas como la Premier League, Bundesliga o LaLiga gastaban cerca del 20% de su facturación en los salarios de los jugadores. Sin embargo, para la temporada de 1999-2000, cuatro años después, los números eran totalmente diferentes. En la Premier League los salarios alcanzaron a representar el 63% de los costos de los clubes. Esto significó un aumento salarial de 319% en cuatro temporadas.
Y si viajamos a la actualidad, la situación es todavía más marcada. Los jugadores de la Premier hoy en día reciben cerca del 70% de todo lo que genera la liga. Y, obviamente, los clubes tienen otros gastos además de los jugadores. Pensemos en los viajes, el personal del resto de la institución, la gestión del estadio en los días de partido, entre otros.
Ahora bien, la gran pregunta es: ¿los clubes no se dieron cuenta de esto? ¿No podrían haberlo evitado de alguna forma? Para responder esta incógnita, debemos tener en claro cómo funciona su negocio.
Esencialmente, un club genera más dinero a medida que gana más partidos. Si esto ocurre, podrá firmar mejores contratos de patrocinio, vender más entradas y llevarse un porcentaje más elevado de los derechos televisivos. El problema es que sólo hay una forma de ganar partidos: teniendo a los mejores jugadores.
Si bien esto siempre fue así, con la regla establecida en la llamada ley Bosman los clubes tienen una libertad inaudita para pelear por esos futbolistas. Antes de eso, por más que un equipo esté dispuesto a gastar fortunas en las estrellas del momento, no podía hacerlo. Ya fuera porque no se los vendían o porque habían restricciones con respecto a la cantidad de jugadores de otros países que se podían tener.
Lo que apareció con la normativa Bosman, y generó la explosión en los salarios, no fue otra cosa que una increíble discrepancia entre la oferta y demanda por esos futbolistas. Del lado de la oferta, si bien el mundo está repleto de potenciales jugadores y jóvenes promesas, la realidad es que el talento es escaso. No hay cientos de Messis y Mbappés. Por lo que, tener a uno de ellos en el equipo marcará la diferencia.
Por otro lado, si observamos la demanda, representada por los clubes que contratan ese talento, nos encontraremos con una competencia increíblemente alta. Cada vez más equipos se suman a la lucha por futbolistas que puedan hacerlos ganar partidos.
Aunque no es sólo la cantidad de clubes, sino también su falta de coordinación. Una posible solución para ellos hubiera sido ponerse de acuerdo y establecer un máximo salarial. Actualmente, ligas como la NFL y NBA tienen este tipo de normas y consiguen controlar lo que gastan en jugadores.
En el fútbol, en cambio, eso no es viable. Si una determinada liga decide poner un límite, entonces los futbolistas simplemente deben mirar al país de al lado, o a uno de Medio Oriente, para encontrar ofertas que estén muy por encima de ese tope.
El resultado de todo esto es que los clubes gastan hasta lo que no tienen para traer a las estrellas, esperando así poder ganar partidos y recuperar la inversión inicial. Claramente, el fútbol es lo que se denomina un juego de suma cero donde, para que uno gane, tiene que haber otro que pierda. Por lo que, si todos los equipos de una liga hacen ese esfuerzo de gastar hasta lo que no tienen, muchos de ellos no conseguirán el objetivo y estarán en graves problemas económicos. Si hay algo que está claro, es que los jugadores son los grandes ganadores de la industria.
Nos vemos la próxima.
Santiago.
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